Quinto curso... empezamos a oler la realidad que nos rodea en esto de la arquitectura y la verdad es que huele a chamusquina. Poco a poco vamos descubriendo la otra cara de la moneda. Y nunca mejor dicho, ya que INGRESOS, EMPRESA, SUELDO... son palabras que nos cuesta demasiado aún relacionar con la arquitectura (a los estudiantes al menos), pero que parece ser que nos va a dar más dolores de cabeza de los que debería (a más de uno más incluso que sus propios proyectos).
Y es que dejando de lado los pros o contras que pueda tener la escuela en cuanto a formación, no puedo evitar intentar sentirme protegido cada vez que un proyecto se encuentra en su estado más idílico, fuera de ataduras tales como la de que algún día será nuestro oficio y profesión, convirtiéndose así en nuestra fuente de ingresos. Tampoco puedo dejar de sentir vértigo al asomarme a una realidad que, según oímos a diario, no nos espera con demasiadas alegrías.
Lo cierto es que la palabra es MIEDO, pero no solo al hecho de que no nos encontramos en la época más adecuada para ser arquitecto; más bien se trata del miedo a dejar de DISFRUTAR e ILUSIONARNOS con lo que en principio es más que un simple oficio.
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